Ella continuaba con la mirada perdida sobre ese tramo de carretera, esa curva. Ese espacio comprendido entre sus pies y lo que debían de ser los restos de su persona. La última frenada, la última inyección de estimulantes, la última conexión de neuronas, el último latido. Un intento de pantalla se interponía entre él y ella, no podía traspasarla porque ya no quedaba nada al otro lado. Vacío, esa era la palabra. El otro lado acogía una caída libre, un puente que en el juego de la oca te haría retroceder. El eco agonizaba el escenario, parpadeaban sus ojos frente a los ojos sin vida de la persona a la que más había amado; él continuaba sujetando en su mano el cigarrillo, a pesar de haberlo perdido todo. Un cigarrillo que seguía sin consumirse, y que tenía todo y nada a la vez todavía por quemar.
COTILLEA
Sueños
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