viernes, 4 de marzo de 2011

Historia.

¿Cuántas veces has querido contar algo y no has podido?
            A mi me pasa algo parecido, no soy una chica corriente, y eso solo lo saben mis familiares y mi mejor amigo Alberto que no se lo acaba de creer
            Ahora, con 15 años, me toca continuar lo que mis antepasados iniciaron y para ello, mi viaje y mi entrenamiento debe comenzar pronto. Pero antes, te quiero hacer un breve resumen de como empezó todo esto.
            Para ello debes situarte en 1995., hace apenas 15 años, todo comenzó un 16 de octubre, en mi propia casa. Debido a mi peculiar genética, no era recomendable que naciera en un hospital, puesto que con cualquier prueba se podrían haber dado cuenta de que era un bebé diferente. No me parecía para nada a un bebe de apenas unos segundos de vida, tenia el tamaño de una niña de dos o tres  meses, mi cabello largo, rizado, dorado, sedoso y muy brillante, los ojos permanentemente abiertos investigando todo lo ocurría a mi alrededor, y en cuanto a  mis capacidades físicas, podría contarte que mi fuerza, agilidad y equilibrio eran comparables a un niño de un año. Por estas razones mis padres no dudaron un segundo en mudarnos a algún lugar donde nadie nos conociera, ni pudiese sospechar algo raro de nosotros. Así fue como llegamos hasta aquí, un pequeño pueblo de Valencia, llamado Mislata, en el que mis padres comenzaron una nueva vida. Mi padre no tuvo problema con el trabajo, en previsión de lo que podía ocurrir con mi nacimiento pidió el traslado y el mismo día que nací, se lo concedieron. Mi madre sin embargo, tuvo que renunciar al suyo, para dedicarse por completo a mis necesidades, que ya a tan temprana edad, no eran pocas.
            Tuve que aprender a controlar mis instintos, sobretodo cuando estaba rodeada de otros niños, que fue en mínimas ocasiones, la mayoría de las veces estaba encerrada en casa, puesto que mi mente era demasiado fuerte como para relacionarme con otras personas. No me pudieron apuntar a preescolar ni a la guardería, porque con tres años mis padres aun no estaban seguros, de mi capacidad para controlarme cuando estuviera sola y rodeada de humanos. Cuando me alteraba resurgía en mi interior, aquella parte oculta de mi que nadie conocía, a veces, demasiado intensa, por lo cual, cuando empecé a ser consciente de lo que me sucedía, tenía que hacer grandes esfuerzos para controlarme.
     Mis padres me sometían a un entrenamiento severo, a pesar de que ellos no fueran como yo. Mis cualidades se adquirían a trabes de un gen recesivo, la generación de mi madre no lo obtuvo, la de mi abuela si. Ella fue la que desde pequeña educó a mi madre para que me educara a mi, le explicó todas las ventajas e inconvenientes de todo esto, mi madre no lo entendía muy bien, debido a que ella no sabía qué era todo esto, pero mi abuela si lo sabía, porque había experimentado muchísimas situaciones extrañas en la vida. Sus últimos años los dedicó a escribirme un libro. Este incluía un manual que me explicaba cómo actuar en momentos de pánico, cómo aprender a sobrellevar la carga que me tocaba llevar, cómo debía o no debía usar mis cualidades, un intento de ayudarme a entender por qué yo era especial, y algún que otro consejo que le había sido útil a ella y que a mi me lo podría ser también en un futuro próximo.
            Llegué a un momento de mi vida en el cual, controlarme era algo normal, no me costaba, tras años de duro esfuerzo, por fin lo había conseguido, podía estar con humanos sin causar efectos negativos a su integridad. Cuando comencé primaria, era inevitable que todo el mundo se fijara en mí, mi aspecto físico les atraía, aunque nadie se daba cuenta de que eso no era normal. Aparentemente tenía una grandaria superior a la de mis compañeros y mi piel blanquecina no es que me ayudara a pasar desapercibida, además mis ojos eran de un verde esmeralda muy peculiar.
            A pesar de que no había estado estudiando en casa y que los años que deberían de llevarme mis compañeros de ventaja eran tres, mi inteligencia y astucia era superior. No me permitían mostrarlo, así que me habían enseñado a cometer fallos en los exámenes y en las preguntas de clase, pero fallos mínimos y tontos, que me hicieran parecer una humana. En clase, tenía todo lo que podía desear una niña de seis o siete años, era popular, sacaba todo ''P.A'' y todos los chicos querían salir conmigo. En aquellos momentos, todavía muy inocente e ingenua, no me imaginaba todos los problemas que podía llegar a causarle a un chico si me encaprichaba de él o si me empezaba a gustar.
            Un hecho a destacar fue cuando todos los niños comenzaron a ir a catequesis, mis padres son cristianos, pero yo no respetaba ninguno de los mandamientos, al menos los había vulnerado todos mas de una vez en mi corta vida, algunos, y los mas graves, en repetidas ocasiones, por eso siempre me quejaba cuando me obligaban a ir, me sentía incomoda ya que todo lo que hacia estaba mal y era pecado capital, me enseñaban que debía confesarlo todo y no volver a repetirlo, pero claro, por otra parte, en casa, me enseñaban que debía hacer lo que mi mente me pedía, que no podía cambiar lo que era pero que no debía mostrarlo en público, estaba mintiendo a todos en gran medida, pero no podía revelarles la verdad, ya que todo lo que actualmente conocemos como historia, cambiaria radicalmente. Así que me lo tenía que callar todo, lo que para mí, era una situación que algunas veces se hacía insoportable. Un día, sin poder evitarlo, le confesé al Padre Julián que era pecadora de nacimiento y que no podía remediarlo, pero por supuesto no le pude contar nada más de mi historia, no me estaba permitido, yo necesitaba obtener su perdón, pero él, a quien no culpo, no entendió nada, y el resultado fue que estuve un año en tratamiento psicológico, al cual, el centro al que asistía, me obligó a ir.
     Por otra parte, mis padres me echaron una gran reprimenda, se me quitaron las ganas de comentarle de nuevo a alguien mi secreto, aprendí una lección, nadie iba a entenderme jamás, y menos todavía, si solo podía contar parcialmente lo que me ocurría. En el colegio el psicólogo me trataba como si estuviera un poco loca, porque claro, después de haber confesado tan graves pecados al Padre Julián,  una persona intachable en todos los aspectos y que contaba con total credibilidad de todos, mis posteriores negaciones al darme cuenta del error cometido, no hacían sino empeorar las cosas.
             Tras esta experiencia, no volví a comentar nada a nadie e iba con una cautela impresionante para que nadie sospechara nada en absoluto, tuve que volver a ganarme la confianza de todos, perdida en unos minutos por una imprudencia. En las comidas familiares siempre sacaban ese tema, o me lanzaban alguna indirecta, yo me sentía muy pequeña, a pesar de ser superior en fuerza y mentalidad a ellos. De toda mi familia, mi tía-abuela Soidemer, era la que mas daño me hacia, sus palabras eran las que mas dolor me causaban, quizás era por que ella era la que sabía donde tenia las debilidades. Me lanzaba indirectas que me hacían reflexionar. En todas las comidas discutíamos, creo que nos escuchaba todo el pueblo, nos llevábamos realmente fatal, peor que el perro y el gato, peor que el gato y el ratón. Ella me trataba como si yo fuera una adulta de su edad, pretendía que madurara forzadamente, lo que yo no sabia era que esa madurez estaba presente en mí, y era solo cuestión de descubrirla. Un día decidí escaparme de casa durante unas semanas, irme  lejos, a algún sitio aislado, sin nadie a mí alrededor, en el que sola, pudiera ser tal como soy sin hacer daño a nadie, y con todo el tiempo del mundo para pensar en mí y en mi vida. Les dejé una nota a mis padres, no me llevé nada, no lo necesitaba. En el lugar donde llegué, del que desconocía el nombre, en mitad de la nada, mis primeros pensamientos fueron dedicados a mi odiada tía Soidemer, necesitaba deshacerme de ella, eso me decía mi instinto, era un estorbo, me hacía sentir incómoda, me provocaba y hacia resurgir mi furia, mi sangrienta furia, me colocaba al borde de mi precipicio particular haciéndome invertir mas energía de la que creía que tenía para controlar la situación, deseaba su muerte, tenía que planear su asesinato. Sin ella, mi vida se me antojaba más fácil. Estuve durante cinco días meditando cómo hacerlo y cuando. Ella me parecía un ser extraño y extravagante, sabía que ocultaba algo malo, pensaba que era alguna enfermedad o algo por el estilo, pero jamás me habría llegado a imaginar la verdad.
    Cuando volví de mi retiro, estuve aún otros cinco meses planeando como provocar su desaparición.... sin que nadie sospechara de mí. Decidí ir un día por la noche,  mientras mis padres dormían, a su casa, y asfixiarla en la cama mientras dormía. Por fin una noche me decidí a hacerlo, pero ni te imaginas la sorpresa que me esperaba. Cuando llegué ella estaba estudiando, no había dormido, me asusté, la verdad, no era normal que una humana no durmiera, estuve observándola toda la noche, no durmió ni aparentó tener ganas de querer hacerlo. De bien entrada la mañana, le puse mi propio veneno en la fruta y por la comida, me escondí, pero, a la hora de comer, ella tampoco comió, ni aparentó tener ganas de querer hacerlo, me asusté. A las pocas horas decidí atacarla sigilosamente por la espalda, pero me sorprendió, ella se dio cuenta de que estaba detrás, fue una lucha en carne viva, ¡MENUDA FIERA! pensé cuando me saltó encima, yo pensaba que yo era un monstruo, ella me daba mil vueltas. En ese momento comprendí que ella era como yo. En unos instantes empecé a entenderlo todo, sabia que éramos iguales, era una de las mías, por fin había encontrado a alguien con quien poder compartirlo todo, aunque hubiese sido la persona a la que más odiaba, en aquel instante comenzó a ser la que mas amaba, podía ser mi salida, mi vía de escape. Dejé de luchar, di unos pasos hacia atrás y las dos nos quedamos quietas como estatuas, mirándonos a los ojos, comencé a llorar, me derrumbé, estaba feliz y triste. Todo lo que había pensado se había salido de su cauce, nada de lo que tenía previsto y había estado planeando durante tanto tiempo podía servir ahora de nada, pero realmente me compensaba saber que gracias a ello había descubierto su secreto y que era ella la única que podía ayudarme a sobrellevar mi pesada carga. Al ver que me derrumbara ella se asustó, pensó que había sido un error confesarme, aun sin palabras, que éramos genéticamente in-humanas. Así que sin mediar palabra desapareció. Me quedé sola en la habitación y un millón de pensamientos inundaron mi cabeza, un millón de sentimientos encontrados me estremecieron. Salí de allí todo lo rápido que podían correr mis piernas, y me dirigí hacia mi casa, desesperada por relatar a mi madre el episodio sucedido. Cuando llegué a casa abrí la puerta y encontré a mi madre delante de mí como esperándome, cogí aliento para comenzar a contarle lo ocurrido y ella sin dejarme explicarle, me hizo un gesto de reprobación con la mirada y se alejó. Ya lo sabía todo o no quería enterarse, no sé, pero a partir de ese momento, en casa, el nombre de Soidemer era un nombre prohibido y cualquier tema que pudiera tener que ver con ella, tabú.
     Me sentí muy vacía, puesto que lo único preciado que tuve, quien podía haber cambiado mi vida, había desaparecido en unos segundos sin poder evitarlo. No me conformé con su desaparición, yo, que en otras épocas era lo que mas había ansiado. Con el mismo empeño que puse entonces en ello, comencé ahora su búsqueda.  Empecé a investigar por mi propia cuenta, a intentar averiguar sobre ella, sobre la hasta ahora gran desconocida. Iba todos los días al salir del colegio unas horas a su casa, para buscar cualquier cosa, algún detalle o algún error que ella hubiera cometido que me pudiera dar alguna pista sobre su actual paradero, pero ella se había encargado de borrar cualquier tipo de rastro que yo pudiera seguir. Demasiado inteligente para mi, quizás.
            Mientras tanto, en el colegio, me había descentrado bastante, en clase no hacia absolutamente nada, no me dedicaba a estudiar ni a hacer ningún deber. Pero sacaba todas las notas con buen nivel, puesto que mi capacidad de absorción y de asimilación era increíble, muchas veces me sorprendía hasta a mi misma, la verdad. En casa continuaba con mis particulares entrenamientos, cada vez conseguía superarme más y eso me motivaba muchísimo. Mis padres me ponían pruebas, para ver si sucumbía a mis debilidades pero, mi fuerza de voluntad era superior a las ansias de permitirme un capricho. Cuando me entrenaban físicamente y estaba agotada, era cuando mas débil me sentía, puesto que tenía menos resistencia, aunque ésta iba aumentando considerablemente con el paso de los meses.
    A los nueve años cuando tomamos los niños de mi curso la comunión, todos mis compañeros se fueron a celebrarlo comiendo juntos, contrataron un catering en unos jardines preciosos, yo también quería ir, pero claro, no me podía permitir ir a un banquete con cientos de humanos si estaba sedienta, además de que sospecharían si nos vieran que no comía nada, así que recuerdo que mi padre les puso la excusa de que ya había reservado para toda la familia en un restaurante, y que cuando terminara la comida nos acercaríamos allí para que yo jugara con el resto de compañeros. En cierta parte no les mintió, mi familia se fue a comer a un restaurante, pero claro, yo... ¿en un restaurante? no, yo me fui a casa, a comerme las reservas que tenia para dias como aquél, en los que no podia perdía perder mas de dos horas comiendo. Me recogieron de casa y nos dirigimos a los jardines, recuerdo que cuando nos reunimos con el resto de mis compañeros y sus invitados, ellos estaban jugando a pillar y mis padres no me quitaban el ojo de encima, para que fuera consciente en todo momento de que no podía utilizar ninguna de mis capacidades, que tenia que hacer un esfuerzo enorme pero que tendría mi recompensa. La tarde transcurrió con normalidad, para mi fue una tarde muy especial, porque me di cuenta del autocontrol que podía llegar a alcanzar sobre mi misma, esa fue mi mayor recompensa.
    Pero no todo podían ser cosas buenas, claro que no. Cuando más confianza tenía en mí, una nueva debilidad surgió en mi interior, algo que no me esperaba y menos a esa edad. Me enamoré, bueno, enamorar son palabras mayores, digamos, que me empezó a gustar un chico de mi clase. Se llamaba Alberto, era moreno, de ojos verdes y piel clara, el más guapo de todos, el líder, y a veces el más gamberro también. Me llamó la atención desde que le conocí, pero nunca se lo había comentado a nadie, y ahora mis sentimientos hacia el crecían cada día. Para las cotillas de mis amigas, esto no pasaba desapercibido, era algo más que evidente, cuando él me hablaba siempre le contestaba con frases tontas y muchas veces me tenia que alejar de él porque pensaba que le obligaba en cierta manera a que sintiera algo por mi, creía que le estaba manipulando inconscientemente, es algo que no podía controlar, y me daba pánico pensar que sus actitudes conmigo no nacieran de lo más profundo de sus sentimientos, sino simplemente fueran provocadas por mí, como si de un juguete en mis manos se tratara.... Pero mis amigas, bueno lo que yo conocía como amigas, se encargaron de estropearlo todo, aunque no lo cicerón con mala intención, nos encerraron a ambos juntos en una clase, la cerraron con llave y se quedaron detrás para escuchar, era una situación nueva para ellas que mostrara cierta debilidad con un chico, porque hasta el momento era un tema que no me había interesado, lo que ellas no podían entender, así que forzaron la situación para ver qué ocurría, se morían de curiosidad por ver mi reacción.
            Justo cuando escuché las llaves cerrando el picaporte, el miedo se apoderó de mi, la desconfianza e inseguridad que sentía por no poder controlarme me hizo perder los papeles, intenté mantenerme a la mayor distancia de la puerta y de Alberto a la vez, pero claro, era casi imposible, por más que le decía a él que no se acercara a mi, a él le daba igual, me dejé caer al suelo en cuclillas y encerré la cabeza en mis propias piernas y empecé a susurrar una canción de cuna que me cantaba mi abuela cuando era un bebé: They don't will in danger if you don't want, you can be healthy, do not panic, do not panic, do not panic….’. Pero eso no me ayudaba, necesitaba algo más eficaz, él se acercaba cada vez más y más, cuando me tocó, me fui corriendo a la otra punta, más rápida que la luz misma, en ese momento él se asustó, gritó y me alteré, comencé a sudar, entonces le provoqué un ataque de pánico, el corazón le latía demasiado rápido, su pequeño corazón en su delicado cuerpo de piel dorada, parecía que iba a explotar. Empezó a gritar, entonces las otras niñas se asustaron, intentaron abrir pero yo no les dejaba. Mantuve la puerta presionada mientras me tranquilizaba, conseguía autocontrolarme poco a poco, cuando estuve tranquila, lo máximo de tranquilidad a lo que pude aspirar, en ese momento me percaté de que Alberto también se estaba tranquilizando. Aquel susto pasó de ser un ataque de pánico a ser un simple desmayo, eso me tranquilizó muchísimo e hizo que él recuperara la normalidad, en cuanto pude solté la puerta y me tiré al suelo, como si yo también estuviera desmayada. Recuerdo que nos recogieron dos profesores y nos llevaron al ambulatorio, allí nos tomaron la tensión, yo provoqué modificaciones en los resultados para que pareciera que en mi todo estaba perfectamente, y para que de esta manera no notaran en absoluto que no era humana. Me recetaron que ingeriera vitaminas y todo tipo de alimentos, por supuesto, les contesté que en casa comería, que en el ambulatorio no.
            Al día siguiente le dieron el alta a Alberto, en cuanto tuve la oportunidad, me fui a contarle lo que había sucedido y a enterarme hasta qué punto él recordaba lo ocurrido, le dije que nos habían encerrado y que él se había desmayado y que yo al verle desmayado me asusté, me mareé y perdí el conocimiento, que eso era lo único que recordaba. Él me preguntó que si yo había corrido a esas velocidades increíbles y me tarareó la nana, pero le dije que no me sonaba de nada y que no era rápida, que todo habría sido producto del desmayo, lógicamente él se lo creyó.
Pero escapar de este tipo de situaciones de riesgo para mi secreto, no fue siempre tan simple, por ejemplo contaré lo que me ocurrió  varios años después, cuando tenia unos 14 años cometí un error, un tremendo error. Todo comenzó por aquel entonces, Alberto y yo nos hicimos muy buenos amigos, quedábamos todos los fines de semana, algunas veces nos íbamos a el parque, otras veces, quedábamos para leer o hacer los deberes, incluso para estudiar. Aquellas navidades me regalaron una guitarra española, para que aprendiera a tocarla y de esta manera mi energía sobrante la pudiera concentrar en aprender algo nuevo, música. Cuando aprendí a tocar bien, decidí componerles una canción a mi familia y amigos, por aquel entonces mi mejor amigo era él. Intenté escribir muchas bases de fondo, pero ninguna me parecía lo suficientemente buena como para ser el ritmo, la sintonía de mi primera canción. Cuando al fin encontré uno estuve ensayándolo durante varios meses, para perfeccionarlo y que así sonara muy bien. Por fin un día decidí invitarle a comer a mi casa para así durante el café pudiera escucharla, estaba nerviosa, en el fondo sabía que seguía gustándome Alberto, él seguía teniendo la piel dorada, los ojos verdes y profundos y el cabello brillante y oscuro, seguía siendo perfecto.
            Mientras él comía con mis padres yo argumenté que me sentía mal y necesitaba descansar, me fui a la cama. Allí cogí la guitarra y comencé a tocar, concretamente toqué la nana de mi abuela. Lo que en ese momento me nació del corazón, pero por desgracia justo en ese momento, dio la casualidad de que Alberto se levantó de la mesa para retirar su plato y preocupado por mi estado, vino a buscarme a la habitación. Tenía la puerta cerrada y justo cuando iba a llamar, escuchó la nana, que se oía bajito desde el otro lado de la puerta, se sentó en el pasillo, apoyado en mi puerta sin atreverse a llamar y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Estaba asustado y triste, se había dado cuenta de que le había mentido, si conocía esa nana que no había podido sacar de su cabeza en tantos años sin saber de donde venía, y además, estaba muy asustado porque recordó aquellos instantes en la clase, encerrados. Recordó que yo había alcanzado una velocidad de vértigo y que eso era algo imposible. En ese momento, cuando lo recordó todo, sintió pánico e intentó huir de allí, se dirigió a la puerta de casa, pero estaba cerrada por seguridad y entonces se asustó aun más, se encerró en el cuarto de baño y empezó a gritar, a pedir ayuda. En ese momento le escuché, salí corriendo al pasillo porque pensaba que algo malo le había sucedido, entonces escuché con atención lo que decía, aseguraba que éramos monstruos y que le queríamos hacer daño. Entonces comprendí que debía contarle todo, le pedí que me abriera la puerta que le iba a contar toda la verdad pero él se negó, estaba demasiado asustado y nervioso para atenderme, estaba bloqueado, solo quería salir de mi casa y alejarse lo más posible de nosotros. Entonces le pedí que me escuchara a través de la puerta, pero él no quería saber la verdad, le tenía miedo. Así que esperé allí sentada un par de horas hasta que se tranquilizó, entonces comencé a revelarle toda la verdad, por mucho que a él le asustara yo le confesé todo, me alegré de tener una puerta por medio, fue más fácil que cara a cara.
            Cuando terminé la historia le aseguré: - ‘Si quieres irte, hazlo, te prometo que abriré la puerta, que nadie intentará detenerte y que serás libre por completo de contárselo a todo el mundo. Pero te ruego, que no lo hagas. Si confiesas quien soy, me alejarán de mi familia, de mi entorno, para encerrarme en un laboratorio y hacerme pruebas, hasta que no muera de dolor físico y mental. Mi vida está en tus manos y la de mi familia también. Eres libre’
En ese instante me alejé, mis padres y yo nos quedamos en el comedor, en silencio, expectantes por lo que ocurriría y dejamos la puerta del jardín abierta. Oímos pasos primero despacio y después más apresurados, en el instante en que Alberto alcanzó la puerta salió corriendo.
            Le pedí perdón a mis padres por haber sido débil, me arriesgué demasiado y lo estropeé todo, había terminado con la estabilidad en nuestras vidas, a partir de ese momento nos tendríamos que mudar de nuevo. Comenzamos a hacer el equipaje para huir cuanto antes. A las pocas horas lo teníamos todo preparado, pero mis padres decidieron descansar un poco y salir temprano por la mañana, de esta manera yo podría alimentar mi sed por la noche. Pasé toda la noche en el monte, sin cazar, sin alimentarme, solo pensando, la cabeza me iba a explotar, me sentía tan culpable, nos tendríamos que pasar la vida huyendo, mis pobres padres…..me sentía tan culpable....
            A la mañana siguiente cuando volví a casa, muy temprano me encontré a Alberto en la puerta dejando una carta, le sorprendí sin desearlo y me pidió que leyera la carta. Sin embargo le convencí para que me la leyera él. En la carta ponía que lo había estado pensando, que confiaba en mi y que por favor que confiara en el, me prometía no contárselo a nadie por mucho tiempo que pasara, por muchas discusiones que nos separaran, ese secreto iría con el a la tumba. Al leerlo, exploté a llorar.
            -‘Alberto, te confío mi vida. Cuídala’-
Nos fuimos a dar un paseo a las afueras de Mislata, le agarré de la mano y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en el castillo de Sagunto, quería enseñarle el lugar donde nací, donde comenzó todo. Estuvimos horas y horas hablando, desde el principio de mis días, resolví todas sus dudas, él me creía que me conocía desde pequeños, pero descubrió que no era así. Al anochecer volvimos a Mislata, el pobre, muerto de agotamiento, cuando llegó a su casa le esperaba lo peor, una bronca monumental de sus padres, pero al día siguiente me confesó que le había merecido la pena, que las horas pasadas conmigo no las habría cambiado por nada en el mundo.
            Pasaron los meses y no hablábamos del tema, llegué a pensar que se le había olvidado por completo, la clase de monstruo que era su mejor amiga, pero una vez más me demostró que no, un día me pidió volver a repetir lo que pasó aquella noche, porque se le había olvidado lo magnífico que era viajar todo lo lejos que quisiéramos a la velocidad de la luz, y que si no me lo había pedido antes, era para que no pensara que era lo único que le interesaba de mí, que si no hablaba sobre el tema, no era porque lo hubiera olvidado, sino porque quería tratarme como antes, como una amiga especial, pero especial por lo que me quería, no por mis diferencias. Me sorprendió muy agradablemente lo que me dijo, así que por supuesto le concedí el deseo. Nos fuimos a las preciosas playas de Andalucía. Él le dijo a sus padres que nos íbamos toda la familia a la casa de la playa, sin embargo mis padres no vinieron. Solos él y yo, compartiendo experiencias únicas, recorriendo sitios increíbles, y manteniendo conversaciones inolvidables.
            Para él se que fue una experiencia increíble, también lo fue para mí, nunca había estado compartiendo tanto con alguien, lo pasamos increíble, estuve totalmente a su altura y él a la mía, parecíamos hechos uno para el otro, a pesar de nuestras diferencias, allí tan lejos, solos…….sin embargo, a la vuelta, le noté extraño, creo que se volvió a asustar un poco, no se lo terminaba de creer, volvió a la realidad de casa, instituto, amigos, familiares, ….imagino que debe muy difícil para alguien con los pies en la tierra, que lo que solo puede ser un sueño sea la mas pura realidad. No sé,… yo qué podría ser para él en su mundo real, no puedo aspirar a mucho más que ser una amiga especial. …Bueno, no me importa, el viaje fue algo estupendo, y quiero volver a repetirlo en cuanto me lo proponga, me hace sentir libre.
            Mis padres también lo ven como algo positivo, ya que él me puede  ayudar a entrenarme en mis relaciones sociales.
Pero a mi, hay veces que me da miedo no aguantar y hacerle daño en algún momento en el que la sed me pierda, al mismo tiempo me pierde la curiosidad de hasta donde llegaría mi autocontrol y sobretodo me muero por volver a estar con él, los dos solos, le quiero, pero tengo que conformarme con demostrárselo sólo en estos viajes, nuestros sueños.
Por otro lado no para de rondarme en la cabeza un nombre, Soidemer, qué habrá sido de ella, dónde estará, volveré a verla, cómo resolvió estas situaciones que hoy tanto me agobian, ¿estaré condenada a vivir sola toda mi vida?
Todo esto te lo cuento , porque me da miedo, es un tema que necesitaba contárselo a alguien. ¿Y a quien mejor que a un desconocido? Por favor, guárdame el secreto. Como le dije a él en su momento, te repito a ti.
Mi vida, está en tus manos.

4 comentarios:

  1. Muyy curradoo (LL) :$

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  2. Madre mia que largo,

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  3. imagine, que buena ! jaja

    (sabras quien soyxd)

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  4. Hola guapa. Muuuy largo, me quedé por la mitad. No sabía esa vena que tenías, la tendrías que explotar más a menudo.

    Cuando quieras el coctel =D Un beso no besubio xD

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