viernes, 1 de abril de 2011

Indigna de mi propio ser.

Camino por la calle ignorando el pueblo enfurecido. Mis oídos, traicionandome, escuchan las quejas que susurran entre ellos. Son palabras hirientes, descomunalmente desagradables. Se que se refieren al culpable del desastre. por suerte nadie sabe que soy yo. Nunca pensé que ocurriría. La vida había dado tal giro, que apenas creía que fuese cierto. El dolor es profundo y mi tristeza una niebla opaca que no me deja ver el horizonte. Mi vida precipita aceleradamente por el abismo del odio. El propio odio que hace sangrar las heridas, que provoca mi conciencia enfurecida. Como pude tener semejante ocurrencia, la descabellada idea de que podría solucionarlo todo. Yo no había nacido para salvar el mundo, solamente era un punto diminuto en un universo grandioso.

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